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Salinas de San Juan

Las únicas salinas funcionales en el Alto Tajo

Dirección

Saelices de la Sal

GPS

40.90241440467, -2.330436186586

Dirección

Saelices de la Sal

GPS

40.90241440467, -2.330436186586

Salinas de San Juan

El yacimiento se encuentra en Saelices de la Sal, y cuenta con dos conjuntos de salinas. Como otras salinas de la zona, aprovechan la existencia de un nivel arcilloso rico en sales y yesos de manera que el agua, al circular sobre él, se saliniza, dando lugar a manantiales salobres.

El propio nombre de la población, ya refleja la importancia que los yacimientos salinos tuvieron en la zona. Se trata de un interesante conjunto de explotación salinera que incluye pozos, norias, cocederos, balsas, un alfolí y una ermita. Aunque las primeras citas sobre la extracción de la sal se remontan a 1203, las instalaciones que hoy podemos visitar se edificaron en el siglo XVIII.

Las salinas fueron propiedad de distintos señores bajo el control del Rey, hasta que en el siglo XVIII pasaron a formar parte del Patrimonio Real. En 1872 fueron a parar a manos privadas y su explotación continuó hasta los años 1980, tanto para producción de sal o de agua salada utilizada para diferentes procesos industriales. En los últimos años la producción se ha reactivado. Fueron restauradas a comienzos del siglo XXI y su visita es muy recomendable.

El Ayuntamiento de Saelices de la Sal, es el propietario de la salinas de San Juan y han ejecutado planes para su recuperación y puesta en marcha, de modo que hoy en ellas trabajan tres salineros, que se han formado para ello con ayuda de antiguos trabajadores de la localidad. Estas salinas son las únicas del interior peninsular que producen sal de forma artesanal.

Aunque casi toda la sal se destina a deshielo en los planes provinciales de viabilidad invernal, ya han iniciando una línea de comercialización de sal para uso alimentario, con sacos de un kilo que venden por tres euros y tarros de cristal de cuarto de kilo por cinco euros para la flor de sal, la sal más apreciada de cristalización más delicada, que es la que se produce a primeras horas del día, según comienza a calentar el sol y que se extrae prácticamente colándola.

Y es que el sol, el viento y el saber empírico adquirido durante generaciones, se encarga se encargan de la cosecha de la sal, que cada año se extiende desde julio hasta septiembre, a partir del agua salada que se extrae del pozo y que tiene un 18% de salinidad, más que el agua del mar. La extracción del agua del pozo se hace mediante una noria, ahora con un pequeño motor eléctrico, pero antaño con arrastre de mulas.

El agua se embalsa en un cocedero, donde además de decantar impurezas, toma temperatura y concentra aún más su salinidad en una primera evaporación. De ahí y por un sistema de canaletas construidas con madera de sabina muy resistente, se riegan las eras, que son pequeñas albercas empedradas, con una débil pendiente y muy poca profundidad, unos 15 centímetros, donde la sal se va cristalizando a medida que se evapora el agua.

Con unos rastrillos especiales, canteados en metal, se arrastra la sal del fondo y se amontona, y luego con palas se va sacando en pequeños montones junto a las eras para que el sol y el viento se encargan de secarla antes de llevarla al almacén.

Insistimos que para conocer mejor este proceso y el uso de estas Salinas de San Juan a lo largo de la historia, es imprescindible concertar una visita guiada, son amenas y muy didácticas y los guías una maravilla.

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